Leonel y Danilo debieron ser enjuiciados


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EL AUTOR es periodista y abogado. Reside en Santo Domingo.

La tesis de la persecución política enarbolada por Danilo Medina y sus lacayos dentro del PLD y de los medios de comunicación, se derrumbó con la condena de Alexis Medina y la admisión de culpabilidad de su cuñado Maxi Montilla. No hubo, ni hay, persecución política, lo que, si hay, es un vano intento por hacer justicia.

Ahora bien, si alguien debió ser investigado, interrogado y enjuiciado por los actos de corrupción durante sus ocho años de gobierno, es el expresidente Danilo Medina, el hombre mÔs informado del país, el jefe del Ministerio Público, el que dijo una y otra vez que no permitiría que el dinero del Estado fuera utilizado indebidamente, que los que osaran cometer actos reñidos con la ética y la moral, tendrían que pagar con sus huesos en la cÔrcel.

No hay una sola razón, que no sean el miedo, la complicidad, la tolerancia, la incapacidad y la falta de voluntad polĆ­tica, para no investigar, interrogar, allanar y someter a la justicia al expresidente Medina. El sentido comĆŗn, la lógica, la prudencia, el sentido de justicia, la Constitución y las Leyes, son razones mĆ”s que suficientes para haber actuado contra un hombre que prometió y juró, “ante Dios y el pueblo dominicano” cumplir y hacer las leyes, cosa que no hizo.

Es verdad que la corrupción en nuestro país es un mal endémico, que comenzó con la llegada de los invasores españoles, que desde entonces no se ha hecho una obra que no haya sido sobrevaluada, que el Estado ha sido y sigue siendo patrimonio exclusivo de los grupos o familias que han concentrado y acumulado las mÔs exorbitantes riquezas en detrimento de las grandes mayorías.

Leonel FernƔndez.

Corruptos y corruptores han caminado de la mano siempre, como siameses que nadie ha podido separar, casi de manera legal, sin ninguna consecuencia penal. La corrupción forma parte de la cultura, de la idiosincrasia del pueblo.

El Estado dominicano ha sido fuente de enriquecimiento, motor de la acumulación originaria de los grandes capitales nacionales, sin empresarios “per se”, mĆ”s bien rentistas a los que sólo les interesan los beneficios de sus negocios, lĆ­citos o no.

Es en esa dinÔmica que los partidos y sus dirigentes forman parte del entramado societario de la corrupción. Los partidos, para decirlo de manera llana, forman parte importante de esa estructura mafiosa y gansteril que permite el robo de los recursos del pueblo, sin castigo alguno.

Dirigentes polĆ­ticos, jueces, fiscales, generales de todas las instituciones armadas, abogados, periodistas, ingenieros, mĆ©dicos, parceleros, terratenientes, hateros, empresarios, comerciantes, importadores y exportadores…

Todos estamos inmersos en una sociedad de consumo que empuja al vicio de quererlo todo sin poder pagar nada; es decir, nos lleva al juego de la corrupción donde la “casa, que es del pueblo, pierde y se rĆ­e”.

Danilo Medina no ha sido el Ćŗnico presidente corrupto que ha tenido el paĆ­s. La mayorĆ­a lo ha sido, solo que algunos excepcionalmente han “sabido nadar y guardar la ropa” para evitar problemas, no huyĆ©ndole a la justicia, sino a una posible vendetta polĆ­tica de sus adversarios.

Danilo Medina

Los gobiernos mÔs corruptos que han tenido el país en toda su historia han sido los del Partido de la Liberación Dominicana, encabezados por Leonel FernÔndez y Danilo Medina. Ambos debieron ser investigados, interrogados, enjuiciados, sometidos a la justicia y finalmente encarcelados, inhabilitado socialmente.

No ocurrió porque el PLD se blindó judicialmente, hizo del Sistema judicial un “bunker” de cemento fortificado con acero resistente a terremotos y huracanes y revoluciones polĆ­ticas.

Es imposible combatir la corrupción y eliminarla sin destruir la estructura polĆ­tica que lo sostiene. Para terminar con la “peste morada” en la justicia, hay que comenzar destruyendo el “Bunker jurĆ­dico” que levantó el PLD para evitar precisamente, que se haya justicia contra los delincuentes de la polĆ­tica. ¡Tan sencillo como eso!

Lo supo siempre

Danilo Medina sabia todo lo que ocurrĆ­a en su entorno. Todos cuando hacĆ­an sus hermanos, primos, cuƱados, incluyendo a determinados amigos que vieron en el Estado una “piƱata”. ¡Lo supo siempre! ¡Fue cómplice! Como igual han sido cómplices los jueces y los fiscales que no cumplieron con su responsabilidad de llevarlo a la corte.

Danilo es tan cínico que ahora dice que no sabía nada, que no se percató de que sus hermanos estaban depredando el país, que no vio a su cuñado mÔs que una o dos veces, que tampoco sabía lo que hacían los miembros militares de su escolta personal, los garantes de su seguridad, los que viajaban en su vehículo oficial.

Leonel FernĆ”ndez, a quien ya nadie menciona en actos de corrupción, pero que invirtió mĆ”s de 40 mil millones de pesos para imponer como presidente a su antiguo socio, hermano y amigo Danilo Medina, candidato entonces del PLD que Ć©l presidĆ­a. Leonel FernĆ”ndez, con su “cara de yo no fui”, simulador y farsante, es al mĆ”s malo de la pelĆ­cula, el primero que debió ser investigado y sometido a la justicia.

Ahora, en el gobierno del PRM y de LuĆ­s Abinader tambiĆ©n hay corrupción. ¡Y mucha! Pero jamĆ”s en la magnitud de los 20 aƱos del PLD. El presidente Abinader estĆ” interesado en terminar o disminuir drĆ”sticamente la malversación de los fundos pĆŗblicos.

¡No tengo dudas! ¡Pero no es, ni ha sido fĆ”cil! Romper con una cultura milenaria de saqueo y de injusticia no es tarea que se puede realizar de la noche a la maƱana. Se necesita una revolución Ć©tica y moral que no siempre es posible desde una caricatura de democracia como la que vive hoy dĆ­a el pueblo dominicano, con un sistema de justicia cómplice y temeroso del poder económico y polĆ­tico.

De todos modos, el paĆ­s avanza, la lucha contra el flagelo maldito de la corrupción no se detiene a pesar de algunos funcionarios, dirigentes polĆ­ticos, seudo lĆ­deres, fiscales, jueces, abogados y periodistas. “¡A pesar del otoƱo, creceremos!

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