
Por RaĆŗl GermĆ”n Bautista.- N Investiga, de Nuria Piera, relata en este reportaje cómo, en RepĆŗblica Dominicana, cada vez mĆ”s menores de edad se ven envueltos en hechos delictivos. El caso de Ćngel, alias “El Diablón”, un adolescente de 13 aƱos de Villa Faro, ha desatado preocupación social y evidenciado una problemĆ”tica que se repite en numerosos barrios del paĆs.
Su nombre se viralizó en redes a mediados de octubre, cuando circularon fotografĆas suyas portando armas junto a otros jóvenes bajo el nombre de “Bloque Z” o “Los Campana”, grupo acusado de mĆŗltiples robos y atracos. El comunicador Tolentino lo seƱaló pĆŗblicamente como cabecilla de una banda de menores, generando una ola de reacciones.
Su madre, Cheyli de los Santos, expresó entre lĆ”grimas que solo desea que “todo esto pare”. Explicó que en varias ocasiones ha entregado personalmente a su hijo en los destacamentos, pero siempre es liberado por su condición de menor. “Como no le cabe cĆ”rcel, me lo sueltan”, lamentó.
El youtuber Coro Calle lo entrevistó dĆas despuĆ©s, cuando el niƱo aceptó entregarse. En la grabación, se mostró tranquilo y negó ser lĆder de banda alguna. Sin embargo, pocos dĆas despuĆ©s fue apresado nuevamente junto a otro menor. El portavoz de la PolicĆa Nacional, coronel Diego Pesqueira, explicó que el joven fue sorprendido con una motocicleta robada y que el arresto “no fue producto de la presión mediĆ”tica”
INFANCIA MARCADA POR EL ABANDONO
Ćngel creció en Villa Faro, en el municipio Santo Domingo Este. Es el mayor de tres hermanos y su madre lo tuvo a los 15 aƱos. Sin empleo estable y sin apoyo del padre, quien emigró a Estados Unidos y cayó en adicciones, la familia ha vivido entre carencias y desesperanza. Ćngel abandonó la escuela en tercer grado y, segĆŗn explicó su madre, CONANI solo ofreció apoyo psicológico temporal cuando solicitó ayuda en 2022.
“Siempre busquĆ© la forma”, comentó Cheyli. “Ahora ellos dicen que debieron ayudarme antes”.
La historia de “El Diablón” no es un hecho aislado. Otro caso similar fue el de “Chukito”, de 14 aƱos, una joven promesa del baloncesto abatido en un enfrentamiento con la PolicĆa en 2024. Su madre relató que las patrullas llegaban al barrio “como si fuera una guerra”.
BARRIOS SITIADOS POR PANDILLAS DE MENORES
En Villa Faro, donde residen mĆ”s de 123 mil personas, con unas 87 juntas de vecinos y 90 fundaciones u ONGs, dirigentes comunitarios advierten que la delincuencia ha cambiado de rostro: ahora son los menores quienes encabezan las bandas. El presidente de la Asociación de Juntas de Vecinos, Rafael Amparo, afirmó que “la delincuencia no ha bajado, ha bajado de tamaƱo; ahora la representan los niƱos”.
El dirigente Sucre JuliĆ”n, con mĆ”s de medio siglo de trabajo comunitario, precisó que solo en 15 calles se han identificado 14 bandas y 11 puntos de drogas. Vecinos como Diana de los Santos denunciaron que incluso sus propios hijos han sido asaltados “a punta de pistola por menores del mismo barrio”.
Las comunidades han elaborado listados con robos frecuentes, especialmente de medidores elĆ©ctricos, retrovisores, ventanas y cables. Pese a las denuncias, aseguran que la FiscalĆa no investiga ni se producen detenciones.
Amparo explicó que el destacamento policial del sector “es una ratonera”, con menos de 20 agentes activos para mĆ”s de 70 barrios. Por su parte, el coronel Pesqueira comunicó que la PolicĆa planea enviar una comisión para evaluar las deficiencias del cuartel.
A la falta de vigilancia se suma la supuesta complicidad de algunos agentes con el microtrĆ”fico. JuliĆ”n denunció que “los puntos de droga pagan hasta 3,500 pesos semanales de peaje”. Pesqueira exhortó a los comunitarios a denunciar a los malos policĆas “ante Asuntos Internos y la InspectorĆa”.
El microtrÔfico se ha extendido hasta involucrar a menores. JuliÔn explicó que deportados y adultos reclutan niños para distribuir sustancias en mochilas o patinetas eléctricas. Los parques abandonados se han convertido en puntos de consumo y venta.
Uno de esos espacios, iniciado por el exalcalde Alfredo MartĆnez (“El CaƱero”), recibió mĆ”s de cinco millones de pesos en fondos pĆŗblicos sin concluirse. AllĆ hoy se derriten cables robados para extraer cobre, mientras el parque luce como un vertedero.
Los lĆderes comunitarios denunciaron ademĆ”s la falta de alumbrado pĆŗblico, escuelas y espacios deportivos. “Hasta los postes de luz los compramos nosotros”, aseguró Maribel Chivali, presidenta de una junta de vecinos.
En Villa Faro hay solo siete escuelas públicas bÔsicas y cuatro liceos, lo que deja sin cupo a mÔs de tres mil bachilleres cada año, según explicó Sucre JuliÔn. Las escuelas de arte y la Casa de la Cultura sobreviven con fondos recolectados por las propias juntas y las iglesias.
“El profesor de mĆŗsica solo tiene una flauta y el de pintura ni mesa ni sillas”, comentó JuliĆ”n. Los comunitarios aseguran que las canchas deportivas estĆ”n destruidas y los proyectos multiusos permanecen inconclusos desde 2013.
El psiquiatra infantil Edison RodrĆguez DĆaz explicó que muchos menores delincuentes provienen de hogares sin supervisión parental. “Son niƱos vulnerables, manipulables, que buscan pertenencia y protección”, detalló. Agregó que mĆ”s del 60% de los hogares del sector estĆ”n dirigidos por madres solteras.
RodrĆguez advirtió que la influencia de las redes sociales y de la mĆŗsica urbana “glorifica la delincuencia y el dinero fĆ”cil”. Los niƱos, dijo, “crecen viendo modelos que celebran el poder, no el esfuerzo”.
El coronel Pesqueira afirmó que la PolicĆa Antipandillas realiza programas de prevención e intervención, con mĆ”s de dos mil charlas en el Ćŗltimo aƱo. Sin embargo, subrayó que “la solución debe ser conjunta: familia, escuela, comunidad y Estado”.
El caso de Ćngel, como el de muchos otros, refleja una niƱez sin orientación, atrapada entre la pobreza, la falta de oportunidades y la influencia de un entorno que celebra lo prohibido.
Su madre resumió la tragedia con una frase que duele: “Ćl se cree famoso porque tiene muchos seguidores”.
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